María Dolores Robador
Doctor Arquitecto

Después de haber restaurado el Patio y Jardín del Príncipe y el Patio y Jardín de las Flores, siguiendo el Plan General de Conservación y Restauración de los Jardines del Real Alcázar1 se restauran los Patios y Jardines Históricos de la Galera, Troya y Danza (figs. y planos 1, 2 y 3), manteniendo como postulados la fidelidad al origen, el respeto del tiempo, la valoración de los aportes, la anulación de las disonancias y la aportación creativa coherente y armoniosa de nuestro tiempo, ejercida con racionalidad, que subraya y amplía nuestro patrimonio.

El haber recibido el encargo de la restauración de estos espacios históricos ha supuesto un reto, comprometido con la historia y la arquitectura. Basta considerar que el Real Alcázar de Sevilla es el Palacio más antiguo de Europa en pleno uso. Y ello supone una gran responsabilidad para su restauración.

Plano 1. Situación de los Patios  y Jardines de la Galera, Troya y Danza en el Real Alcázar de Sevilla

El Real Alcázar contiene gran variedad de jardines heterogéneos debido a su larga historia y la evolución de la jardinería a través de los siglos. Unido esto a la vitalidad de su climatología supone un gran condicionante para la selección de las especies a cultivar en estos ámbitos. Además la frondosidad que genera el clima supone una cuidadosa atención para controlar su exuberancia, de modo que se mantenga constante el trazado del jardín. Por ello ha sido necesario, después de un largo estudio, la selección de árboles, arbustos, plantas y flores teniendo en cuenta los usos establecidos y reconocidos para las diferentes zonas botánicas e históricas, con voluntad de mantenimiento y búsqueda de las especies originales.

El Real Alcázar desde sus orígenes fuera del recinto murado de la Hispalis romana hasta nuestros días, es un testimonio insobornable de la historia, donde la arquitectura y sus jardines manifiestan la sabiduría, carácter y sensibilidad de una ciudad. De la renovación de aquellas primeras edificaciones islámicas surgieron dos grandes palacios: el Palacio Gótico de Alfonso X el Sabio y el Palacio de Pedro I de Castilla. Los jardines son su complemento, en íntima conexión y dependencia, en cada caso, con el espacio construido. Este núcleo de palacios, además de los jardines de sus patios principales, del Crucero y de las Doncellas, posee un cinturón de pequeños jardines, diversi giardini ridotti los denominará Cosimo de Medicis, aislados del exterior por cercas y divididos entre sí, surgiendo así el Jardín del Príncipe, de las Flores, de la Galera, de Troya, de la Danza y de Mercurio. Todos ellos con una escala íntima para el ambiente privado, jardines cerrados, conectados con una sensibilidad oriental, con una arquitectura a cielo abierto, como si se tratase de una estancia más, solo que sin techar.

El jardín, en unión íntima con la arquitectura de los palacios y las cercas, se convierte en una manera de reducir la naturaleza en su estado primario, para hacerla más habitable y próxima al hombre, más geométrica, más ordenada, constituyendo en ella un microcosmos más fácilmente legible, dotándola de un sentido místico y simbólico, como lugar no sólo creado, sino recreado, para la gratificación del espíritu y los sentidos: flores para la vista y el olfato, fuentes y pájaros para el oído.

LOS PATIOS Y JARDINES DE LA GALERA, TROYA Y DANZA

El origen de la zona formaba parte de un jardín abierto plantado de agrios, denominado en tiempo musulmán Mary al-Fidda. Este nombre sería cristianizado como Huerta de la alcoba, rastro etimológico de la qubba.

Tal superficie quedaba al arrendamiento público, y tenía como estancia de servicio una serie de corrales que en rigor ocupan la zona primeramente ajardinada que nos centra. De estos corrales, arrendables igualmente, que se utilizaban para el servicio tanto a la huerta como al propio palacio, conocemos algún nombre, como el de las piedras, los puercos o el chorrón, que servía para almacenar leña y acogía la inmensa alberca que desde tiempo almohade regaba el campo de naranjos que sería Mary al-Fidda. Aquel se convertiría con el paso de los años en jardín homónimo del estanque de Mercurio (fig. 4), escenario inicial para el recorrido escenográfico de los jardines.

Figura 4. Jardín y estanque de Mercurio. En el centro se sitúa la escultura diseñada por Diego de Pesquera y fundida por Bartolomé Morel

La Huerta de la Alcoba siguió siendo tal hasta entrado el siglo XVI, cuando incluso se describía como el lugar más apacible del reino por Andrea Navagero, uno de los ilustres invitados a la boda del Emperador Carlos con Isabel de Portugal en 1526. Pasaron trece años hasta que el monarca decidiese la ordenación de los jardines al modo ilustrado, siguiendo las pautas del gusto italianizante que dominaba desde hacía un siglo Europa. No obstante, la configuración premeditada a lo largo del mil quinientos a modo de espacios diferenciados escenográficamente iba a tener un débito absoluto con las concepciones espaciales de raíz musulmana, tales como la compartimentación mediante altas tapias (figs. 5 y 6) que inducen a la privacidad y la articulación mediante fuentes y pilas irrigadas todas por la alberca alta (fig. 7). Incluso las formulaciones como crucero que en inicio debieron tener, son producto de tal influencia5.

La ordenación consciente de esta línea de jardines llevó también a la modificación del flanco sur del Palacio Real, conformándose galerías y corredores tras el Palacio de Pedro I y abriéndose ventanales en las salas de las Bóvedas o salones de Carlos V del palacio Gótico. También se trazaría la bóveda de medio cañón esquifada que comunica los jardines nuevos con el crucero. Estos efectos contribuyeron a la formación de fachadas y miradores a las nuevas zonas abiertas, que proliferan por todo este ala.

Plano 2. Planta de los Patios y Jardines de la Galera, Troya y Danza conectados entre sí, dentro del conjunto de los jardines hispano-musulmanes, que rodean perimetralmente el Palacio Mudéjar y Palacio Gótico del Real Alcázar de Sevilla Plano 3. Alzado de los Patios y Jardines de la Galera, Troya y Danza conectados entre sí, dentro del conjunto de los jardines hispano-musulmanes, que rodean perimetralmente el Palacio Mudéjar y Palacio Gótico del Real Alcázar de Sevilla

A pesar de que la nueva ordenación se ejecuta a partir de la década de los treinta, las articulaciones de los espacios del estanque y los jardines no se iniciarían hasta el 1570, si bien los preparativos son muy anteriores, pues en 1542 se dice que “... los albañiles cortan los ladrillos para solar los muros de los corrales que caen a la huerta de la alcoba ...” lo cual debe entenderse como la formación de la tapia definitiva de los conjuntos del Estanque, Danza, Laberinto y Galera en su flanco sur. De cualquier forma, en el ocaso del XVI los cuatro jardines estaban terminados o en fase de culminación, si bien no con el mismo nombre que los conocemos hoy día. Prontamente la primera necesidad de formarlos fue superada, pues la estrechez de la que gozaban impedía la privacidad perseguida por la monarquía, e incluso los largos paseos de recreo y fantasía propios del Manierismo. Este hecho ocasionó que en 1606 se desgajaran terrenos de la Huerta de la Alcoba y se formase el jardín de las Damas, como superficie abierta sin compartimentar, frontera a los descritos a continuación. Este proceso llevó consigo la remodelación de la cerca de albañilería que separaba los jardines nuevos de los anteriores, abriéndose los huecos entre ambos. El proyecto lo realizó Vermondo Resta, con la conexión entre los jardines de la Danza, Troya y Galera con las Damas. La cerca de albañilería corrió a cargo del albañil Pedro de Torres, entre los meses de mayo y diciembre.

Rodrigo Caro describe los jardines en las siguientes palabras6:

“… Pero lo que más entretiene a los que ven estos palacios son los jardines propios, que caen debaxo de sus corredores y ventanas, que son tan lindos que respecto dellos los de Almeto y Alcinoo fabulosos parecen poco encarecidos, respecto a lo que aya se ve y toca con la mano. En entrando en ellos lo primero que se encuentra es el estanque grande de agua, cerrado con barandas de hierro con remates de bolas sobredoradas de bronce, puestas a trechio; y a los mismos interpuestas medias columnas cuadradas de mármol blanco. En medio esta un aurna grabde con diez caños de agua, y encima una estatua de Mercurio, los pies alados, con su pétafo en la cabeza y el caduceo en la mano, todo esto de bronce sobredorado. En este estanque suele haber cisnes, flamencos y otras aves acuáticas. Está este estanque arrimado a una muralla que corre al mediodía, y cerca no solo la ciudad, sino haza vistoso a estos jardines porque por la parte que a ellos mira esta toda labrada de muchas labores de lo Grutesco, y al temple pintadas en ella el rió Betis vertiendo la urna corobnado de olivas, pámpanos, espigas y frutas; y allí junto a muchos navíos y baxeles, y el dios Neptuno con su Tridente gobernando el mar; y deste modo van figurando otros dioses y diosas de la Gentilidad.

Figura 5. Fotografía de las altas tapias y los ánditos, que separan los jardines de la Galera, Troya, Danza y de las Damas. Jean Laurent, 1868-1872 Figura 6. Fotografía de la alta tapia que limita el jardín de la Danza y el de las Damas. N. Emilio Beauchy Cano, 1880-1905 Figura 7. El agua de la alberca del jardín de Mercurio irrigaba las fuentes y los jardines de la Danza, de Troya, de la Galera y de las Flores

Sobre este muro esta un corredor cubierto formado de columnas de Jaspe y ciertos mármoles, y sobre el otro descubierto con pretiles; de modo que desde ambos se descubren y gozan no solo mucha parte de la ciudad sino también los campos y estos jardines.

Baxale a estos jardines por una escalera descubierta toda de azulejo labrada, con tanto primor y tan graciosamente que no se si en otra parte hallara aquel modelo. Luego se entra en un jardín que dicen de las Damas, en el que sobra las mesas de murta están formadas de la misma muchas ninfas, oreades y napeas y algunos Satyros o silenos que las guían, como si fueran dançando en coro.

Luego esta otro jardín, que dicen de las Galeras, poer estar allí figuradas galeras que se encontraban como en batalla naval, las cuales se cañoneaban con agua unas en contra de las otras. Esto dio la causa de su nombradía, ya no permanecen ...”

Las obras relativas a los reinados de los Austrias pueden conocerse con cierta exactitud gracias a la trascripción de archivos. A partir del siglo XVIII esta constante se rompe. La evolución de los jardines desde entonces, la completamos con tres planos de ese periodo, el primero realizado por el ingeniero Sebastián Van der Borcht en 1759, en el que se especifica el estado del palacio tras las obras que acometió por los daños del terremoto de 1755 (plano 4). El segundo está firmada por Ignacio Moreno un año después, como consecuencia de unas casas que proyectó en la puerta de Jerez (plano 5). El tercero es el plano del Asistente Olavide, de 1771 (plano 6). A lo largo del Setecientos se aprecian una serie de intentos de proyectos, sin embargo pocas debieron ser las innovaciones llevadas a cabo.

Plano 4. Sebastián de van der Borcht. Planta del Real Alcázar con sus jardines y posadas y accesorías. 10 de abril de 1759. Sevilla. Plano 5. Planta de una casa de vecindad que se intentaba hacer junto a la puerta de Jerez de la parte de fuera, junto a la muralla. 1760. Ignacio Moreno. Plano 6. Fragmento del plano del Asistente Olavide donde se pueden apreciar estos jardines históricos, 1771

Fermín Arana de Varflora7 describe la situación de los jardines del Alcázar en el siglo XVIII:

“Son una deliciosa estancia donde hermosas fuentes y saltaderos, publican con cristales su alegría ..., registrándose a primera vista un grandioso estanque cercado de barandas de hierro, columnas de alabastro adornados de remates y figuras de bronce ... junto a cuyo estanque hay una cómoda escalera de piedra por donde se introduce a los dichos jardines que se nombran de las Damas, Galera, Gruta Vieja, Príncipe, Troya , el León y el Grande, donde se admiran muchedumbres de gigantes, danzas y figuras vestidas todas de arrayanes, con otras muchas de alabastro y bronce entre las cuales hay una con una trompeta en la boca que toca a fuerza que le suministra el agua con soberano ingenio.”

A lo largo del XIX la configuración de los espacios no debió cambiar en exceso, solo tareas de restauración que llevaron consigo la modificación de decoraciones y fuentes.

En el grabado de Guesdon nos representa magníficamente en perspectiva toda la ciudad de Sevilla alrededor de la Giralda y su Catedral, circundada por el gran río Guadalquivir, apareciendo en primer plano el Real Alcázar y sus jardines, limitados en aquella época por el río Tagarete y la expansión urbanística de Sevilla con la antigua fábrica de Tabacos y el Palacio de San Telmo. Observando con detenimiento el grabado se aprecia el trazado de estos jardines tal cual hoy se encuentran (fig. 9).

Las intervenciones se siguen produciendo en el siglo XX. Se puede comprobar en la foto de la vista aérea de Sevilla de Sánchez de Pando, realizada entre los años 1926 y 1930 (fig. 10). Al enfocar los tan famosos jardines que rodean el Palacio Mudéjar y el Palacio Gótico se percibe el estado de los jardines en aquellos años. Con esta imagen se comprenden con nitidez los planos y grabados de los siglos XVIII y XIX. Desde esta fecha se ha seguido actuando en los jardines procurando siempre conservar su traza con el máximo respeto.

Estos jardines están constituidos por un conjunto de seres vivos, vegetales, que a través de los siglos siempre han estado en uso, cuyas plantas tienen un ciclo biológico que continuamente hay que cuidar y renovar. Pocos jardines en el mundo tienen una historia tan rica, por donde se han recreado tantos personajes ilustres. Estos jardines han sido mudos testigos de hechos históricos cruciales. Todo este bagaje tan comprometido ha obligado a su restauración.

Figura 9. Fragmento del grabado de A. Guesdon donde aparecen los Patios y Jardines de la Galera, Troya y Danza. 1852-1865 Figura 10. Vista aérea de Sevilla en la que se localizan los Patios y Jardines de  la Galera, Troya y Danza. Sánchez de Pando. 1926-1930.

IDEAS PREVIAS DE PROYECTO

Entendemos que la intervención no es adecentar sino revitalizar el lugar. Es suma de lenguajes y suma de tiempos. Es muy importante impregnarse del espíritu del lugar. Nuestra arquitectura ha de continuar el espíritu de lo que aloja: abstraer, sintetizar, encontrar la brújula para trazar el dibujo que delimita el espacio en el que tiene especial protagonismo el hombre contemporáneo. La forma de restaurar no se trata solo de restaurar fachadas, sino de que todo es posible en el tejido de siempre, en un camino de descubrimientos: es revitalizar.

La solución a adoptar en los Jardines de la Galera, Troya y Danza del Real Alcázar de Sevilla requiere, partiendo del estudio realizado por Dña. Consuelo Martínez Correcher sobre los Jardines del Real Alcázar, una profunda investigación y un análisis, ahondando en la superposición de sus estratos, de sus claves, de su arqueología, de su historia, de su botánica, de su traza… descubriendo en cada gesto y en cada leve inflexión de su forma, el reflejo de un acontecimiento o la huella de un recuerdo. Se requiere una investigación detallada que dará como resultado la simbiosis de análisis diferenciados y fundamentales: la naturaleza expresada en el jardín, la arquitectura y el arte islámico y la impronta renacentista que recorre los jardines de un extremo a otro. Dicha simbiosis, muy respetuosa con la historia, deberá ser expresada en un lenguaje propio de la arquitectura y el arte de nuestro siglo.

El espacio que define la arquitectura y el arte del Real Alcázar tiene una fusión equilibrada, diversa, como solamente se da en la arquitectura y construcción de Sevilla. La antigüedad, el marcado estilo árabe con lenguaje clásico, que se ha ido construyendo en el tiempo, más el enriquecimiento de actuaciones de las épocas posteriores, fruto de la conjunción de distintos estilos combinados bajo un mismo espíritu, dan como resultado la riqueza de este lugar.

En estos jardines surge la cuestión: una estética o dos diferentes. ¿Una estética del jardín y otra estética de la arquitectura? En el arte árabe el entorno y la naturaleza estaban fuertemente unidos y en la arquitectura hay muchas cosas que no pueden ser comprendidas solo con la mirada, el espacio hay que vivirlo y recorrerlo. Este arte se podría describir a grandes rasgos con las leyes que rigen las formas naturales: autosimilitud, interacción, infinitud, jerarquía de escalas. Cuando aplicamos este mismo modelo a la naturaleza de un jardín, este arte nos lleva a una senda estrecha, a lugares con vistas más íntimas que incitan a la contemplación.

El jardín es una actitud, la del ser humano insaciable en su corazón. La actitud del hombre que asume su infinito interior, y se sumerge en él. Este universo está lleno de voces, de poesía y de compañía. El vacío al que se asoma está profusamente habitado, y las sensaciones no dejan en ningún momento de sucederse: se trata de la espiritualidad de las cosas. El vacío es compensado por la riqueza de la emoción.

El arte clásico se hace con claridad: el pedestal de la columna, el marco en la pintura, el arco delante del escenario de la escena, el estrado en la danza, la música… el arte debe estar encerrado en unos bordes para que no se desparrame. Este arte es una simbiosis de proporciones, escala y ritmos.

El papel de la estética muchas veces es defender la belleza ante las incursiones de la utilidad: la percepción del espacio, del sonido, de los aromas, de la luz, de los colores, de las texturas…

Por tanto, la propuesta se desarrolla en la línea de la asimilación del orden y del ritmo interno de la arquitectura y de los jardines árabes, marcados por el fuerte matiz que supone la incursión del Palacio Gótico, del Palacio Mudéjar, las intervenciones formales del siglo XVI y las épocas sucesivas, todo ello expresado con el lenguaje propio de la arquitectura y el arte de nuestro siglo.

Figura 11. Conexión del Palacio Mudéjar con el Jardín de la Galera Figura 12. Galería de glicinia, Wisteria sinensis, en invierno. La glicinia, Wisteria sinensis, que cubre la galería constituye un auténtico ejemplo de arquitectura bioclimática, pues en invierno permite la entrada de la luz y el calor, en primavera va matizando la luz con sus flores y embriagando con su aroma, y finalmente en verano, mitiga el calor, tamizando la leve entrada de luz por la bella celosía natural que forman sus abundantes hojas

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