RESTAURACIÓN DE LOS PORTALONES Y VENTANAS DEL PATIO DE LAS DONCELLAS. (3 de 3)

MEDIDAS PARA LA CONSERVACIÓN

 

Las decisiones adoptadas para neutralizar las causas de deterioro se centraron en remediar, por un lado, el deficiente estado del sistema de sujeción y giro de las carpinterías y de sus planchas de guarnición, y, por otra parte, en solucionar la arriesgada exposición de los cinco portalones, en contingencia de ser dañados o, de hecho, ya perjudicados por las causas que expondremos más adelante.

 

EL SISTEMA DE SUJECIÓN Y GIRO

La sujeción y giro de las hojas de los portalones venía realizándolo un sistema compuesto por el espigón de madera (lámina 61, izquierda) del larguero quicial alojándose en la quicialera (lámina 62) y el gorrón de hierro estribando en un tejuelo.

La envergadura y peso de estas carpinterías, junto al desgaste de la madera por el uso, ataques de insectos xilófagos, efectos perniciosos de la humedad por capilaridad y modificaciones en la cota de apoyo de las puertas, motivó en el pasado diversas modificaciones para afianzar las hojas. Así lo atestiguaban las numerosas reparaciones de resanado, herrado y guarnecido de estas carpinterías, así como los trabajos de albañilería en torno a las quicialeras (lámina 62, central). Pero llegando a nuestros días, esta acumulación de reparaciones resultaba insuficiente, pues los sistemas fallaban; así era el cabeceo de las hojas que, en su recorrido, rozaban o se frenaban contra el suelo (lámina 63) y los batientes no encajaban al cerrarse. 

La excentricidad del giro estaba causada tanto por la pérdida de sección del espigón del larguero quicial (que vagaba en el casquillo) como por el agrandamiento de su alojamiento en la quicialera, en ambos casos por el uso.

Además, los elementos de hierro de refuerzo presentaban tan avanzada e irreversible oxidación que era desaconsejable mantenerlos desempeñando funciones estructurales.

Por tanto, era necesario encontrar las soluciones técnicas idóneas para recuperar el buen recorrido en la apertura y cierre de las hojas con una doble intención: evitar que se resintiesen por el uso forzado y facilitar que los cinco portalones pudiesen seguir protegiendo las tarbeas correspondientes.

Algo similar ocurría en las seis ventanas, con la salvedad de que el espigón superior (el que se aloja en el dintel-cargadero) funcionaba correctamente, siendo el gorrón de madera el que, atorado el casquillo de bronce en la gorronera, giraba con dificultad.

Por lo expuesto anteriormente, se decidió apear todos los portalones y ventanas de modo que se pudieran llevar a cabo las modificaciones que a continuación se explican (lámina 64):

^LÁMINA 62
Distintas vistas de una de las quicialeras del portalón de la Sala de la Media Naranja. En la imagen superior se muestra con la tapa registrable abierta. En la central, los evidentes repasos de albañilería de reparaciones anteriores. Por último, en la imagen inferior, se ve la quicialera desde arriba; la flecha roja señala el orificio que originalmente tallaron para el alojamiento del espigón del larguero quicial y que en nuestra intervención aprovechamos para insertar el casquillo con rodamiento
<LÁMINA 63
Obsérvense las pronunciadas marcas producidas en la solería por el roce de las descompensadas hojas contra ésta
<LÁMINA 64
Estructura y medios auxiliares empleados para el apeo de las carpinterías


  • Reforzar los espigones de los quiciales embutiéndolos en casquillos de acero inoxidable, y dotándolos, además, con rodamientos que facilitasen el giro de las hojas (lámina 61, derecha).
  • Liberar las quicialeras de todo esfuerzo, trasladando el trabajo a otras, de acero inoxidable, realizadas ad hoc (láminas 65 a 67). Los nuevos quicios quedan ocultos por los originales y no se valen de ellos, sino que están anclados al muro, exclusivamente. Las distintas pletinas que conforman las cajas[i], rigidizadores, y prolongadores, así como los casquillos con el rodamiento están montados con tornillos (también de acero inoxidable) para facilitar su desmontaje.
  • Sustituir los gorrones, tanto de los portalones (lámina 68) como de las ventanas (lámina 69), por otros regulables en altura y de acero inoxidable. En el mismo material, en los portalones, se reprodujeron las pletinas de refuerzo, respetando sus dimensiones y primitivos alojamientos.
  •  Finalmente, se decidió sustituir todas las escuadras de refuerzo de los cantos opuestos al eje de giro por otras, en acero inoxidable, de idénticas dimensiones. La patente oxidación de estas piezas se mostró aún más avanzada al apear las hojas y poder examinar sus lados habitualmente ocultos (lámina 70). Estos, se encontraban irreversiblemente deleznables, sin capacidad, por tanto, de resistencia.

 

<LÁMINA 65
En las imágenes superiores se muestra el montaje de una de las nuevas quicialeras de acero inoxidable; en las inferiores, cómo éstas se alojan, aunque manteniendo su independencia, en la antiguas
<LÁMINA 66
Se muestran por separado una de las quicialeras originales y otra de las nuevas, pensadas para liberar del trabajo a las anteriores
<LÁMINA 67
Vista cenital de una quicialera nueva de acero inoxidable acoplada en la original de madera. Nótese que la nueva quicialera es independiente de la otra, sin apoyarse ni fijarse en ella y que cuenta con taladros, en forma de ojal, que permiten fijar y ajustar con precisión, en cualquier dirección, la hoja correspondiente. Alojadas en el muro las nuevas quicialeras quedan ocultas, pasando inadvertido que las antiguas han sido liberadas de todo trabajo

 

4.2 LAS PLANCHAS DE HERRAJE DE LA GUARNICIÓN

 

Las planchas a las que nos referimos son las que, en los portalones, chapean los travesaños superiores, intermedios e inferiores, y, en los postigos, las que cubren los travesaños superiores e inferiores. En las ventanas, igualmente, guarnecen los travesaños superiores e inferiores (lámina 71).

 

Las que llegaron hasta nosotros son las de hojalata que se colocaron en la intervención de 1856-57, y mostraban un discreto cuño (en ocasiones imperceptible por la oxidación) con un diseño que recordaba la presencia, originalmente, de clavos, aunque con desigual calidad; nos referimos a que, mientras el motivo imbricado del fondo de la chapa y los contornos de los tachones y clavos menores, o tachuelas, resultaban acertados (en forma, número y disposición), el adorno inscrito en el campo de los tachones se asemejaba más al dibujo de una flor que a las acanaladuras labradas, como sería propio.

 

En cualquier caso, al margen de consideraciones estéticas y como ya hemos apuntado antes, el estado de conservación de este revestimiento protector (donde se mantenían, pues en buena parte se habían perdido) era pésimo, como ocurría con el resto de los herrajes, pues la corrosión del metal los había vuelto inconsistentes. Al hacerse necesario la sustitución de estas quebradizas defensas, se optó por replantear la ornamentación de las mismas.

 

Para esta tarea fueron decisivas las marcas observadas en la madera y que se produjeron al colocar los clavos primitivos, así como un par de pequeños fragmentos originales que aparecieron tras la chapa del siglo XIX. Por las huellas, que dejaron los desaparecidos tachones y clavos al haber sido martilleados sabíamos exactamente el número, diámetro y ubicación (que resultó equidistante) de ellos. La duda sobre la forma de los mismos quedó despejada por los pequeños fragmentos conservados pues, afortunadamente, bastaron para establecer que los tachones tuvieron la cabeza semiesférica, que no de bellote u otra forma.

 

Teniendo en cuenta lo expuesto hasta ahora, se dispuso lo siguiente:

 

•Se optó por emplear cobre, el mismo metal que la chapa original pero tratándolo, para su mejor integración cromática, con ácido de selenio, pues este material respondió mejor al sistema de estampado que se eligió que el hierro y la hojalata, además, estos últimos tienen peor conservación.

 

•El sistema de troquelado aludido fue mediante el prensado de dos matrices, interponiéndoles la plancha de cobre de 0.6 milímetros de espesor. Este grosor resultó el óptimo para ofrecer una buena resistencia a los golpes y, a la par, permitir un estampado nítido, con pliegues precisos y volúmenes suficientemente marcados.

 

•En el dibujo a troquelar se mantuvo el apropiado diseño imbricado del fondo y de gota de cera de los clavos menores de las planchas del siglo XIX (quizá ellos llegaron a ver lo que hasta nosotros no se conservó), pues ésa era la mejor información de la que disponíamos; en los tachones, en cambio, sustituimos la simplicísima flor por las acanaladuras precisas dándoles, además, el volumen que debieron tener estos elementos. La diferenciación que evita que el espectador malentendiera que éstas son las protecciones originales, obviamente, viene marcada por la factura moderna de las planchas y por el hecho de advertir, a poco que se observe,  que los tachones no son piezas macizas e independientes, sino el resultado de acuñar una chapa (lámina 72).

 

^LÁMINA 70
La imagen izquierda muestra los graves efectos de la oxidación en una de las escuadras de refuerzo (obsérvese la pérdida de hierro señalada con la flecha); en la imagen central, tras retirar la pletina, se observa el mal estado de conservación de la madera; y, por último, en la imagen derecha, la escuadra, reproducida en acero inoxidable, con que sustituimos la anterior
^LÁMINA 69
En la imagen superior se muestra el estado de avanzada e irreversible corrosión (obsérvese la acusada exfoliación) que mostraba uno de los gorrones de las ventanas; en la inferior, la pieza regulable en altura que ha sustituido a los diez gorrones del conjunto de las ventanas, pues presentaban la misma situación que el que se muestra en esta lámina
^LÁMINA 72
Detalle de una de las defensas repuestas que guarnecen los portalones y ventanas
<LÁMINA 71
Se muestra la plancha de cobre troquelada, y que reproduce la tachonada guarnición original, con la que hemos sustituido la oxidada protección de 1856-57. En la imagen superior se puede ver el anverso de la chapa del XIX (a la izquierda) y el de la plancha con la que hemos sustituido la anterior; en la imagen central se pueden comparar el reverso de ambas chapas; y, en la imagen inferior, nuestra chapa estampada antes de recibir el tratamiento de ácido de selenio (abajo) y después (arriba)


 

4.3LA BARRERA DE PROTECCIÓN

 

La circunstancia de que los portalones sean fácilmente accesibles los hacía vulnerables a sufrir, accidentalmente, el daño que, por roce o golpe, pudiera producirles algún visitante. Para evitar esto, y siguiendo las recomendaciones de la Dirección del Patronato, se diseñó una discreta y efectiva barrera de protección, que consiste en una plancha de metacrilato de diez milímetros de espesor (lámina 73). La elección de este material frente a otros se impuso por las siguientes cualidades:

 

•Mayor transparencia (transmisión en el sector visible del 92%) que el cristal

•Pesa menos de la mitad que el vidrio

•Superficie tan dura como el aluminio

•Combustible como la madera dura

•Entre diez y veinte veces más resistente al impacto que el cristal

•Es el plástico más resistente a la intemperie que existe

•Margen continuado de temperaturas desde -90º C hasta +85º C

•Rígido como la madera

 

Para su instalación se tuvieron en cuenta dos precauciones. Por un lado dejar la protección suficientemente retirada de la carpintería para asegurar la correcta aireación y evitar la condensación de humedad, y, por otra parte, asegurarla a la hoja mediante gatillos regulables independientes, realizados ad hoc y en acero inoxidable; es decir, sin perforar ni atornillar en la madera (lámina 74 ).

 

^LÁMINA 73
Detalle del portalón Sudeste donde se pueden observar, el nuevo juego de gorrón y tejuelo, la defensa de cobre del travesaño inferior, fingidamente tachonada, y la protección de metacrilato de 10 mm de espesor
 
^LÁMINA 74
Detalle del portalón del Salón de la Media Naranja. En la imagen superior, antes de la restauración; en la inferior, tras nuestra intervención. Obsérvense las planchas de guarnición repuestas (al igual que en los cuatro portalones restantes y las seis ventanas), la protección de metacrilato (como en los otros cuatro portalones) y el cerrojo enderezado

 

 

4.4 LAS OBRAS PARA LIBERAR LA PUERTA SUDESTE

 

Finalmente, resta por comentar la intervención en la puerta Sudeste del Patio de las Doncellas. Esta puerta estaba injustificadamente condenada desde que, para dotar de sacristía a la Capilla gótica, se construyó un forjado que entestaba contra ella. Esto dejó la puerta expuesta al deterioro pues, por poner un ejemplo, el paso obligado a través del postigo hacía que los visitantes, al franquear la puerta, rozaran el travesaño inferior y usaran los largueros de asidero, produciendo como resultado el marcado desgaste de esas zonas. Por tanto, se decidió liberar la puerta eliminando la parte del forjado que impedía el recorrido completo de la hoja.

 

El nuevo espacio generado en el vestíbulo34, que recupera también un triple arquito de celosía antes oculto en su cara interior (la del vestíbulo),  se cerró con una falsa bóveda que, integrándose de forma natural en la arquitectura preexistente, evidencia no ser contemporánea del resto del ámbito, evitando así recreaciones de estilo que podrían confundir al espectador que valorarse la autenticidad del cerramiento. Por último, en la sacristía, el tramo de escalera demolido (que comunicaba esta estancia con el Palacio Alto) se sustituyó, tanto en los peldaños como en la pasarela, por un entramado metálico (acero galvanizado) de pletinas (TramexÓ), recuperando así la conexión entre ambas alturas del Palacio34.

 

GLOSARIO DE TÉRMINOS

Agramilado: de gramil, que es la herramienta carpintera que sirve para trazar o hacer incisiones paralelas al borde de una pieza escuadrada.

 

Azafate: en labor de lacería figuras que se forman alrededor del sino, limitados por los costadillos y las aspillas. Los azafates redondos son hexágonos irregulares, mientas que los azafates harpados modifican esta figura para tomar la del arpón, de la que debe venir el nombre. (Nuere Matauco, Enrique: La carpintería de armar española. Editorial Munilla-Lería. Madrid, 2000)

 

Azafate redondo: Figura plana hexagonal siendo todos sus vértices exteriores. (Nuere Matauco, Enrique: op. cit.).

 

Azafate harpado: figura plana con forma de arpón de seis u ocho vértices, de ellos dos, interiores. (Nuere Matauco, Enrique: op. cit.).

 

Cuarterón: cada uno de los cuadros que hay entre los peinazos de las puertas y ventanas. (DRAE).

 

Filacteria: cinta con inscripciones o leyendas, que suele ponerse en pinturas o esculturas, en epitafios, escudos de armas, etc. (DRAE).

 

Gorrón: espiga en que termina el extremo inferior de un árbol vertical o de otra pieza análoga, para servirle de apoyo y facilitar su rotación. (DRAE).

 

Lefe: se dice de la labor de lazo de diez con ruedas de azafates redondos exclusivamente, sin modificaciones en la traza. Los huecos existentes en el conjunto se rellenan con parejas de los mismos azafates. (Nuere Matauco, Enrique: op. cit.).

 

Portalón: puerta grande que hay en los palacios antiguos y cierra no la casa, sino un patio descubierto. (DRAE).

 

Quicialera: de quicial (en su segunda acepción), y éste de quicio. Parte de las puertas y ventanas en que entra el espigón del quicial, y en que se mueve y gira. (DRAE).

 

Miembro: en la labor de lacería, las figuras geométricas que se forman por el entrecruzamiento de las cintas: azafates, signos (o sinos), almendrillas y candilejos. (Nuere Matauco, Enrique: op. cit.).

 

Sino (o signo): en la labor de lacería, el polígono regular con forma de estrella que da nombre a cada tipo de lazo, centro y origen de cada rueda. (Nuere Matauco, Enrique: op. cit.).

 

Tarbea: sala grande. (DRAE).

 

Tejuelo: pieza donde se apoya el gorrón de un árbol. (DRAE).

 

Transliteración: representar los signos de un sistema de escritura, mediante los signos de otro. (DRAE). Es decir, en nuestro caso, trasponer letra por letra empleando equivalentes en castellano de los signos escritos en árabe.


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Notas

[i] Para un conocimiento detallado, véanse los planos contenidos en: Pérez Ferrer, Juan Carlos; Fernández Aguilera, Sebastián: Memoria de la Restauración de los portalones y ventanas del Patio de las Doncellas del Real Alcázar de Sevilla. Archivo del Patronato del Real Alcázar de Sevilla. 2004. Los planos correspondientes a las nuevas quicialeras son los siguientes: sección del montaje (plano nº 1), caja (plano nº 2), rigidizador (plano nº 3), prolongador (plano nº 4), casquillo (plano nº 5) y gorrón (plano nº 6).